lunes, 11 de abril de 2011

LAS CONSECUENCIAS AMBIENTALES DE LA TRAGEDIA EN JAPON







La tragedia de Japón, nos ha dejado a todos perplejos, con imágenes nunca antes vistas. Una catástrofe que sensibilizó a todo el mundo y que parece no terminar.


Causas que originaron el terremoto en Japón


El terremoto que sufrió Japón fue causado por el movimiento de las placas tectónicas, ubicadas en la corteza terrestre. Las consecuencias del mismo son muy visibles: desprendimientos, deslizamiento de materiales, cambio en el curso de ríos o accidentes fluviales. Todo esto tiene como consecuencia directa afectar gran parte de la flora y fauna: frente a la tragedia, su hábitat ha sido destruido.


También hubo un gran impacto también a nivel urbano. Esto puede desencadenar en problemas mayores, como por ejemplo la liberación de sustancias tóxicas, gases y otros componentes químicos que pudieron ser volcados al medio ambiente.


Luego del terremoto vino el tsunami, donde el impacto fue aún mayor. El arrastre que provocaron las olas gigantes y las correntadas inmensas de agua, generaron un importante proceso de erosión y de destrucción casi absoluta del lugar. En las ciudades de Ofunato y de Kesennuma, el tsunami disminuyó significativamente el área cubierta con vegetación, dejándolo casi vacío.


En las imágenes que se distribuyeron mundialmente, pudimos observar como el tsunami arrastraba casas, autos, barcos, fábricas enteras, como si fuera una película de ciencia ficción. Teniendo en cuenta esto, las fábricas arrasadas, podían generar pérdida de gases, combustibles o sustancias químicas, generando un gran peligro para la población.






Impacto de las plantas nucleares en el medio ambiente.






Otra de las tragedias ocasionadas por estas cadenas de hechos desafortunados, fue la del accidente nuclear, ya que puede traer repercusiones muy peligrosas. Liberación de radiactividad en el medio ambiente, puede generar muchísimos problemas de salud en los seres vivos. Se genera una reacción en cadena, ya que ingerir sustancias contaminadas por radiación, hacen que se contagie muy fácilmente, por ejemplo con la ingesta de verduras o animales contaminados, por ejemplo, los peces, parte fundamental de la dieta nipona.


Esperemos que la reorganización del país del sol naciente se rápida y pacífica.

El efecto devastador de tsunamis, grandes hidroeléctricas y otras energías “limpias”

Durante la última década, en tiempos de cambios climáticos cada vez más visibles, las grandes empresas, los bancos y gobiernos hablan mucho sobre promover proyectos de energía “limpia”. Se trata de las formas de generación de energía que no se basan en combustibles fósiles.


Así, en varios países se están retomando y ampliando, por ejemplo, los proyectos de generación de energía nuclear.


Inevitablemente, eso nos hace recordar la tragedia que sufre el pueblo japonés, con cuyo dolor nos solidarizamos. Los recientes terremoto y tsunami, que desencadenaron la situación de emergencia nuclear en Japón, muestran la enorme distancia entre la realidad enfrentada por el pueblo japonés en cuanto a la central nuclear de Fukushima y lo que realmente sería una energía limpia.


Paralelamente, las inversiones en otra energía considerada “limpia” también se intensificaron en los últimos 10 años. Se trata de la energía generada por el represamiento de agua mediante las llamadas hidroeléctricas.


El presente boletín se dedica a este tema, ya que el 14 de marzo es el Día Internacional de la lucha contra las represas, por el Agua, por los Ríos y por la Vida. A continuación, el 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua. Mostramos en varios de los artículos de esta edición que la nueva onda de la supuesta energía hidroeléctrica “limpia” no es nada más que un discurso. En la práctica, la situación muestra que los impactos negativos continúan presentes en los emprendimientos planificados y en aquellos en ejecución.


Algunos puntos claves llaman la atención. En primer lugar, continúa el énfasis en hidroeléctricas de gran escala que obviamente provocan grandes impactos. Un ejemplo es la destrucción de significativas áreas de bosque nativo. De esta forma, las grandes represas siguen siendo una de las causas directas de deforestación.


En segundo lugar, las represas siguen destruyendo la vida de las familias ribereñas y generando energía que no beneficia a estas personas, sino a núcleos urbanos distantes y, sobre todo, a industrias con alto consumo de energía. Por ejemplo, en el delta del Mekong en el Sudeste Asiático, la construcción de grandes represas amenaza la seguridad alimentaria de la población, que hoy está asegurada con la pesca que obtienen del río. Como si eso no fuera suficiente, las comunidades ribereñas se ven muchas veces forzadas a migrar hacia la ciudad, rumbo a un futuro incierto. En la visión de los gobiernos lo que hacen es sacar a las personas de una situación de ‘pobreza’, rumbo a una situación de ‘progreso’. Sin embargo, los hechos muestran algo bien diferente: las represas generan más pobreza e impactan negativamente sobre la población, en especial las mujeres, y sobre la naturaleza.


En tercer lugar, la energía hidroeléctrica no es nada limpia si consideramos el problema del cambio climático. Hay diferentes fuentes de emisión de gases de efecto invernadero: los árboles, tanto los que se deterioran al aire libre como los que mueren cuando la zona de la represa es inundada, liberan dióxido de carbono (CO2). Además, la vegetación sumergida también produce metano (CH4), que en su mayor parte se libera por los vertederos y turbinas de las represas. Según estudios, el CH4 puede tener de 25 a 34 veces más impacto para el clima que el CO2. Cabe destacar que este impacto generalmente no es considerado en las Evaluaciones de Impacto Ambiental (EIA) de las represas, incluso en la EIA de la represa Belo Monte en Brasil (1). Por lo tanto, es un sinsentido total que en el ámbito del Protocolo de Kioto se permitan proyectos de venta de créditos de carbono a partir de centrales hidroeléctricas a través del Mecanismo de “Desarrollo Limpio” (MDL).


Y como si eso no fuera suficiente, hay otros estudios, por ejemplo en China, que comprueban que las grandes represas pueden causar inclusive el denominado estrés sísmico, aumentando el riesgo de terremotos y tsunamis.


Otra categoría muy citada como energía ‘limpia’ es la energía generada a partir de los llamados agrocombustibles, cuya producción involucra, en la mayoría de los casos, a diferentes monocultivos en gran escala como la soja, la palma africana y la caña de azúcar, con muchos impactos sociales, económicos y ambientales negativos, ampliamente estudiados.


Finalmente, la tragedia de Japón tendrá aún mayores impactos en el mundo si las inversiones en energía nuclear se transfieren a inversiones en otras energías consideradas más ‘limpias’, como los monocultivos en gran escala para producir agrocombustibles y la construcción de más represas hidroeléctricas.


En conclusión, las energías llamadas “limpias” no son limpias cuando se producen en gran escala y terminan teniendo efectos devastadores de diversa índole, asemejándose a los terremotos y tsunamis en su destrucción de las vidas de las personas. Mientras tanto, incrementan las ganancias de las empresas. Cabe destacar que las grandes represas, como también la producción de agrocombustibles en gran escala y la energía nuclear, siguen siendo grandes fuentes de ganancias para las empresas involucradas.


La lógica del discurso de los defensores de estas energías “limpias” parte del principio de que las necesitamos para poder mantener el presente modelo de producción, comercialización y consumo. Es evidente que este modelo es social y ambientalmente injusto, o sea, es un modelo fallido. Al apostar a este tipo de energía, erróneamente llamada ‘limpia’, sin cuestionar el actual modelo, nuestros gobiernos siguen trabajando para el enriquecimiento de las empresas y provocando el sufrimiento de millones de personas de ésta y de próximas generaciones, dado que los impactos ambientales son profundos.


En dirección contraria a los defensores de este modelo energético, diferentes iniciativas de pequeña escala a nivel local y regional para generar energía tienden a tener más futuro. Se incluyen iniciativas controladas por las organizaciones y los movimientos sociales que atienden a sus necesidades básicas sin causar daños que comprometan el futuro de esas poblaciones y de la naturaleza. Sin embargo, esas iniciativas cuentan con escaso o ningún apoyo financiero si lo comparamos con las enormes sumas de dinero que las empresas y los gobiernos reciben y gastan en energías verdaderamente “sucias”.


Efectos ambientales del mercurio


El mercurio entra en el ambiente como resultado de la ruptura de minerales de rocas y suelos a través de la exposición al viento y agua. La liberación de mercurio desde fuentes naturales ha permanecido en el mismo nivel a través de los años, sin embargo el incremento de las concentraciones de mercurio en el medioambiente en las últimas décadas indica la actividad humana.


La mayoría del mercurio liberado por las actividades humanas es liberado al aire, a través de la quema de productos fósiles, minería, fundiciones y combustión de residuos sólidos.


Otras formas de contaminación son directamente al suelo o al agua, por ejemplo la aplicación de fertilizantes en la agricultura y los vertidos de aguas residuales industriales. Todo el mercurio que es liberado al ambiente eventualmente terminará en suelos o aguas superficiales.


Aguas superficiales ácidas pueden contener significantes cantidades de mercurio. Cuando los valores de pH están entre 5 y 7, las concentraciones de mercurio en el agua se incrementarán debido a la movilización del mercurio en el suelo. El mercurio que ha alcanzado las aguas superficiales o suelos los microorganismos pueden convertirlo en metilmercurio. Los peces absorben gran cantidad de metilmercurio de agua superficial cada día.


Las emisiones de mercurio procedentes de fuentes naturales incluyen el medio ambiente marino y acuático, así como de la actividad volcánica y geotérmica. Sin embargo, estudios recientes, sugieren que las fuentes antropogénicas contribuyen a la liberación de la mayor parte del mercurio, y que la carga total de mercurio atmosférico se ha multiplicado por un factor entre 2 y 5 desde el comienzo de la era industrial. Aproximadamente un tercio de las emisiones totales del mercurio global actual circulan en un ciclo cerrado entre los océanos y la atmósfera, pero se cree que mucho menos del 50 por ciento de las emisiones oceánicas proceden del mercurio originalmente movilizado por fuentes naturales. La recirculación de mercurio a la superficie de la tierra, especialmente desde los océanos, extiende la influencia y el tiempo de actividad de las emisiones antropogénicas de mercurio.
Los científicos consideran que las deposiciones atmosféricas de mercurio emitidas al aire por combustión, incineración o procesos de manufactura, contribuyen en una parte muy importante al mercurio que se encuentra en las aguas y el suelo. En Minnesota (EEUU), los investigadores estiman que en 1995, las liberaciones directas de la industria a las aguas superficiales contribuyeron solamente en el 1 o 2 por ciento del contenido en mercurio de dichas aguas, mientras que fueron responsables del 98% de las deposiciones atmosféricas.


El análisis ha encontrado que cada año unas 49 toneladas de mercurio se emiten directamente al aire por cientos de centrales térmicas en los Estados Unidos de América, confirmado las más recientes estimaciones gubernamentales de contaminación por mercurio. El estudio también ha hallado que una cantidad similar de mercurio –unas 40 toneladas- se acumula en los residuos de la planta cuando los filtros diseñados para capturar azufre y otros contaminantes atmosféricos retienen una porción del mercurio contenido en los gases emitidos por las chimeneas. Una contaminación adicional, estimada en 10 toneladas, se produce durante el lavado del carbón previo a su consumo en las centrales térmicas.









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